“Venid a mí todos los que estáis cansados...” (Mt 11,28)
En un tiempo pasamos por esta vida en la ignorancia y la incertidumbre. Nuestro viaje por este mundo nos cargó con un pesado fardo de negligencia culpable... De repente, hacia oriente, descubrimos inesperadamente un manantial de agua viva. Mientras nos apresuramos por llegar a él, la voz de Dios se manifestó gritando: “Los que tenéis sed, venid al agua.” (Is 51,1) Viéndonos como nos acercamos, aplastados por una carga muy pesada, la voz siguió: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré.” (Mt 11,28) Y, una vez oída esta voz llena de bondad y compasión, nos hemos descargado de nuestros pesos. Urgidos por la sed, nos tiramos al suelo para llegar al manantial de agua y apagar nuestra sed. Bebimos hasta saciarnos y nos levantamos con nuevas fuerzas.
Después de levantarnos, nos quedamos allí, estupefactos por el exceso de nuestro gozo. Contemplamos el yugo que nos había oprimido a lo largo de nuestro camino y los pesos que nos habían aplastados hasta morir... Absorbidos en nuestros pensamientos, otra vez nos llegó la voz que salía de aquella fuente que nos devolvió la vida: “Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas.”” (Mt 11,29) Al oír estas palabras, nos dijimos unos a otros: “No nos echemos atrás después de haber encontrado la vida, gracias a este manantial... No nos carguemos de nuevo el peso de nuestros pecados que hemos echado lejos de nosotros yendo a la fuente bautismal...Hemos recibido la sabiduría de Dios...Hemos sido invitados al descanso por la voz del Señor.
“Regla del Maestro”, regla monástica del siglo VI; SC 105
Después de levantarnos, nos quedamos allí, estupefactos por el exceso de nuestro gozo. Contemplamos el yugo que nos había oprimido a lo largo de nuestro camino y los pesos que nos habían aplastados hasta morir... Absorbidos en nuestros pensamientos, otra vez nos llegó la voz que salía de aquella fuente que nos devolvió la vida: “Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas.”” (Mt 11,29) Al oír estas palabras, nos dijimos unos a otros: “No nos echemos atrás después de haber encontrado la vida, gracias a este manantial... No nos carguemos de nuevo el peso de nuestros pecados que hemos echado lejos de nosotros yendo a la fuente bautismal...Hemos recibido la sabiduría de Dios...Hemos sido invitados al descanso por la voz del Señor.
“Regla del Maestro”, regla monástica del siglo VI; SC 105
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