Marta y María acogiendo a la Sabiduría
La virtud no tiene más que una cara. El ejemplo de Marta y María nos demuestra en las obras de una la dedicación activa y en la otra la atención piadosa del corazón a la palabra de Dios. Si esta atención está unida a una fe profunda, es preferible a las obras mismas: “María ha escogido la mejor parte y no se le quitará.” Esforcémonos, pues, nosotros también, para poseer lo que nadie nos podrá quitar jamás, prestando atención; porque sino, el mismo grano de la palabra divina puede ser arrebatado si cae en el borde del camino. (cf Lc 8,5.12)
Sé, pues, como María, animado por el deseo de la sabiduría; es una obra mayor y más perfecta. Que las preocupaciones del servicio no te priven de aprender a conocer la palabra celestial. No critiques ni juzgues como holgazanes a los que vieras aplicarse a la sabiduría, porque Salomón, el pacífico, la invocó para que haga morada en su casa. (Cf Sg 9,10) Con todo, no se trata de reprochar a Marta sus buenos servicios, pero María tiene la preferencia por haber elegido la mejor parte. Jesús tiene muchas riquezas y las distribuye con largueza. La mujer más sabia ha escogido lo que había juzgado como más importante.
En cuanto a los apóstoles, no prefirieron dejar la palabra de Dios para servir las mesas (He 6,2) Las dos actitudes son obra de la sabiduría, porque Esteban, él también, estaba lleno de sabiduría y fue escogido como servidor... Porque el cuerpo de Cristo es uno; y si los miembros siendo diversos, tienen necesidad los unos de los otros. “El ojo no puede decir a la mano: No te necesito; ni la cabeza puede decir a los pies: No os necesito...” (1Cor 12,21)... Si algunos miembros son más importantes, los otros son, sin embargo, necesarios. La sabiduría reside en la cabeza, la actividad en las manos. “El sabio, dice el Eclesiastés, tiene sus ojos en la cabeza” (2,14) porque el auténtico sabio es aquel cuyo espíritu está en Cristo y cuyo ojo interior está mirando hacia las alturas.
San Ambrosio (hacia 340-397) obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Tratado sobre el evangelio de Lucas, 7, 86-87
Sé, pues, como María, animado por el deseo de la sabiduría; es una obra mayor y más perfecta. Que las preocupaciones del servicio no te priven de aprender a conocer la palabra celestial. No critiques ni juzgues como holgazanes a los que vieras aplicarse a la sabiduría, porque Salomón, el pacífico, la invocó para que haga morada en su casa. (Cf Sg 9,10) Con todo, no se trata de reprochar a Marta sus buenos servicios, pero María tiene la preferencia por haber elegido la mejor parte. Jesús tiene muchas riquezas y las distribuye con largueza. La mujer más sabia ha escogido lo que había juzgado como más importante.
En cuanto a los apóstoles, no prefirieron dejar la palabra de Dios para servir las mesas (He 6,2) Las dos actitudes son obra de la sabiduría, porque Esteban, él también, estaba lleno de sabiduría y fue escogido como servidor... Porque el cuerpo de Cristo es uno; y si los miembros siendo diversos, tienen necesidad los unos de los otros. “El ojo no puede decir a la mano: No te necesito; ni la cabeza puede decir a los pies: No os necesito...” (1Cor 12,21)... Si algunos miembros son más importantes, los otros son, sin embargo, necesarios. La sabiduría reside en la cabeza, la actividad en las manos. “El sabio, dice el Eclesiastés, tiene sus ojos en la cabeza” (2,14) porque el auténtico sabio es aquel cuyo espíritu está en Cristo y cuyo ojo interior está mirando hacia las alturas.
San Ambrosio (hacia 340-397) obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Tratado sobre el evangelio de Lucas, 7, 86-87
0 Comentarios:
Publicar un comentario
<< Regresar