CONSUELO
Hay tanta gente herida!, ¡tanta gente sumida en el dolor, llanto y depresión! Tienen razones más que suficientes para llorar y para afligirse. Son personas que sienten que la vida se desmorona. Ellos necesitan desesperadamente de alguien que los ame, los acepte y les apoye en medio de lo que les parece una pesadilla que no tiene fin. Esta gente necesita consuelo. Pero necesitan más que palabras, necesitan a alguien que los acompañe, que les alivie la carga de su soledad, de su ansiedad, de su vergüenza, de su quebrantado corazón y desesperación. Anhelan una voz familiar, alguien fuerte que los sostengan, que les dé seguridad. Alguien que con voz dulce y amable les abrace y les diga: Hey, ya estoy aquí, no temas, todo va a arreglarse!
¿Dónde podemos ir cuando estamos demasiado perturbados como para pensar claramente, cuando el vacío interior nos agobia y nuestros temores parecen arroparnos como una gran ola? ¿Dónde pueden, las almas lastimadas, encontrar un lugar de descanso, un refugio, un lugar para renovar la fe, la esperanza y el amor en medio de su dolor? El Dios de toda consolación puede ser ese lugar. Nada mejor que acudir donde uno que entiende los temores y las reacciones comunes de la gente que ha sido herida; nada mejor que buscar los amorosos brazos de Jesús de Nazaret.
Un punto importante: la consolación de Dios no se encuentra cuando nos sentimos confiados en nosotros mismos, sino cuando abundan las aflicciones, las tribulaciones, cuando se nos agotan todas nuestras fuerzas. Es entonces cuando estamos en mejor posición de buscar más de Dios. Sin algo que nos deje ver nuestra debilidad pensaríamos que somos listos, fuertes, competentes, y no necesitaríamos de Dios. El consuelo de Dios se encuentra cuando aprendemos a descansar en Él, en vez de en nosotros mismos.
Hoy es un buen día para acercarte más a Dios. Él desea consolarte y librarte de toda opresión que el enemigo de las almas ha traído a tu vida. Él desea darte el consuelo, desea darte la paz y el gozo que anhelas.
Receta: "Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo. Y veréis, y se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos reverdecerán como la hierba; y la mano de Jehová para con sus siervos será conocida, y se enojará contra sus enemigos." (Isaías 66 13,14)
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