lunes, marzo 27, 2006

Día grande en la Iglesia

Esto me lo envio mi amiga Diana y lo comparto.
Hace 24 años, el 24 de marzo de 1980, uno de los sacerdotes de la Iglesia Latinoamericana escribió una carta que dice “…su calurosa adhesión alienta considerablemente la fidelidad a nuestra misión de continuar siendo expresión de las esperanzas y angustias de los pobres, alegres de correr como Jesús los mismos riesgos por identificarnos con las causas de los desposeídos. A la luz de la fe, siéntame estrechamente unido en el afecto, la oración y el triunfo de la resurrección. Oscar A. Romero, Arzobispo”.

No alcanzó a firmarla. La encontraron en su maquina de escribir y estaba dirigida a Pedro Casaldaliga, Obispo en Brasil. El día antes, en su homilía, Mons. Romero había predicado diciendo “en nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día mas tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cese la represión”. Al día siguiente, la represión no ceso, sino que, en el seguimiento de Cristo, le asesinaron.

Su fe fue la raíz de toda su predicación y su sangre, abono para la Iglesia Latinoamericana. La gente vio en el, alguien que los amó, y eso hizo más fácil que la gente le creyera cuando predicaba, en medio de la pobreza y la persecución política, que Dios los amaba. Es su ejemplo el que nos anima. En una visita a El Salvador, en 1983, Juan Pablo II pidió que lo llevaran a su tumba, en la Catedral. Una vez allí, rezó ante su tumba diciendo “celoso pastor a quien el amor de Dios y el servicio a los hermanos condujeron hasta la entrega misma de la vida, de manera violenta, mientras celebraba el sacrificio del perdón y de la reconciliación”.

Mons. Romero, 26 años después de su pascua a la Vida Eterna, sigue vivo, en los que le rezan, los que piden su intercesión para que Dios les de animo y esperanza. Sigue vivo en los que toman la decisión de servir a los mas pobres y de la oración sacan fuerzas para el entusiasmo que te hace correr riesgos a veces imprevisibles. Vive de algún modo también en nosotros, los que escribimos de Dios, hablamos de Dios, y creemos en el seguimiento de Jesús, a veces a tientas, a veces con gozo.

Hoy es un Día grande para la Iglesia Católica, universal porque está al servicio de todos, los bautizados bajo nuestra fe y los que no nos creen. Como Romero, que no es de la Iglesia salvadoreña, si no del pueblo de Dios. Hoy celebramos que devolvimos a los brazos de Dios, la buena noticia que El envió a los pobres y perseguidos.

Gracias Señor por la vida de Romero.

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